lunes, junio 13, 2005

La Carta


Carta

El joven Diego, de dieciocho años de edad, llego a su hogar cierto día y le dijo a su madre: “Hoy parto hacia el extranjero para completar mis estudios”. Su madre frunció el ceño y con autoridad le contesto: “¿Y que hay de mi? ¿Acaso piensas dejarme sola? Ni loca te dejare ir”. Diego era hijo único y su padre había fallecido hacia diez años, es de entenderse que su madre tomara su decisión de la peor manera. Aunque su madre le juró jamás dejarlo en paz hasta que regresara a su lado, Diego siguió su sueño y decidió marcharse por unos años. Mientras cursaba su segundo año de universidad Diego conoció a Carmen, una hermosa chica venezolana que apenas podía costear sus estudios debido a la situación económica de sus padres. Aun siendo hijo de una prominente familia, a Diego no le importó su pocision social y se enamoró perdidamente de Carmen. Diego le regaló un hermoso anillo con un diamante en forma de corazón para que siempre recordara el amor que sentía por ella. Eran felices. Diego sentía que ya nada tenia sentido, solo el amor de Carmen lo dejaba respirar. En su ultimo año de universidad Carmen desapareció repentinamente dejando solo un pequeño pedazo de papel que decía: “Lo siento mucho, Te amo”. Diego perdió la cabeza, su mundo se desplomo en un instante, una mezcla de lagrimas, dolor y rabia lo llevaron a tomar la decisión de regresar a los brazos de la única persona que le quedaba en el mundo, su madre. Con el pasar de los años Diego se convirtió en un respetado abogado. La madre de Diego falleció un año después de su boda con Luna, hija de una familia de comerciantes bastante respetada en la ciudad. La muerte de la madre de Diego coincidió con el nacimiento de su hija Esperanza. Diego encontró fortaleza en aquella hermosa criatura.

Años después, cuando Diego llegaba a su hogar después de haber triunfado en el caso más importante de su carrera como abogado, se sorprendió al ver a un joven de unos 25 años de edad asomado en la entrada de su residencia. El inminente abogado se acercó al joven y con voz amenazadora le dijo: “Le puedo ayudar en algo, jovencito”. El joven se mostró confiando y firmemente le contestó: “Saludos, soy un estudiante de leyes, acabo de llegar a este pais y busco al Sr. Diego Alemán”. “Un Servidor” le contestó el abogado. El joven extendió su mano y al instante Don Diego comenzó a derramar lágrimas al ver aquello. Un anillo con un diamante en forma de corazón. Sin que Don Diego pudiera decir una sola palabra, el joven le dijo: “Mi nombre es Alberto Diego Castillo, mi madre era Carmen Luz Castillo y mi padre es usted. Don Diego cayó postrado sobre sus rodillas y su llanto aumentó mientras el joven le entregaba una carta la cual Don Diego comenzó a leer de inmediato.

Querido Diego:

No sabes el daño que me hice y se que te cause mucho dolor. El saberte sufrido fue mi peor tortura en todos estos años. Por favor perdóname. Cuando mi amor por ti estaba en su punto más glorioso recibí la alarmante noticia de la enfermedad de mi padre. Sabes que apenas podía costear mis estudios y con su enfermedad la situación se complicó aun más. Cierto día una señora muy elegante apareció ante mi diciéndome que yo no estaba a tu altura, también me dijo que tu verdadero amor era una señorita llamada Luna. La cual habías comprometido en tu partida y con la cual te casarías al regresar. Me ofreció una gran cantidad de dinero para que me marchara y ayudara a mi padre con su enfermedad con la condición de que nunca regresara a buscarte. La señora se llamaba Doña Virginia Segarra de Alemán, tu madre. Aun no conocía de mi embarazo al partir. Amado Diego…ódiame si quieres pero no lo hagas con el muchacho, el no tiene la culpa. Dale todo el amor que no me pudiste dar, yo le di todo el amor que te pertenecía.

Te ame, te amo y te seguire amando toda la eternidad.

Tuya siempre,

Carmen Luz Castillo

Alberto se le adelanto a Don Diego y le dijo: “Falleció hace un Mes”. Don Diego no podía mas con el dolor tan inmenso que sentía dentro de su corazón. Se levanto del suelo abrazó al joven y le dijo: “Hijo… No sabes cuanto amé a tu madre, aun la sigo amando. Le doy gracia a Dios por traerte hasta mí. Hoy es un día de celebración. Tu y yo vamos a ser mas que padre e hijo, vamos a ser amigos, compañeros. Serás el orgullo de tu madre y serás mi querido hijo”.

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